Día 109: Discursos de apertura, entre la esperanza de los "comunes" y la odiosidad de la élite
Alocuciones de la mayoría de los y las convencionales revelaron esperanzas sobre un país más inclusivo, equitativo y respetuoso de la naturaleza. La derecha cavernaria, en cambio, apeló al miedo.
Miércoles, jornada de discursos. Discursos largos, emotivos, plañideros, algunos más ramplones, otros más memorables.
De estos últimos rescatamos aquellos que nos invitan a hacer una reflexión acerca de lo que viene. ¿Y qué viene? Revisar todo el entramado institucional de la República, de arriba a abajo, al revés y al derecho, para que al fin las personas que la habitan sientan que el país les pertenece y que pueden ser forjadores de su destino. No como ahora, que más parece un club de campo oligárquico repleto de peones e inquilinos sin poder.
El primero en decir cosas que estimularán la reflexión (y la discusión) fue el independiente Mauricio Daza, quien refirió, como buen magallánico, a la necesidad de limitar el poder presidencial y darle más poder a los territorios locales, esos que acusan las consecuencias severas de un extractivismo digitado desde la capital. Ah, por cierto: destacó la necesidad de cambiar toda la institucionalidad ambiental para terminar con procesos de evaluación de proyectos empresariales que -y esto lo sabemos todos- son de cartón.
Jorge Baradit homenajeó a Salvador Allende, cuya voz fue acallada hace 50 años en el Golpe de Estado que sirvió de cimiento para ese proyecto oligárquico de dominación llamado “neoliberalismo”, hoy desfalleciente, moribundo.
Tía Pikachú, Giovanna Grandón (Pueblo Constituyente), tocó la misma tecla que Baradit: lo sanador que resulta para una sociedad que personas comunes y corrientes, trabajadores y trabajadoras humildes, pobladores y pobladoras de sacrificio, todas ellas personas carentes de privilegios y olvidados, muchas veces sin estudios, tengan su espacio en las instancias donde se toman las grandes decisiones.
Constanza San Juan, de Asamblea Constituyente Atacama, tocó otro tema: la necesidad de proteger la naturaleza. La naturaleza como un sujeto de derecho. Porque gracias a ella respiramos y comemos.
La derecha: entre el pragmatismo y amargura
En la derecha hubo dos tipos de discursos: uno propositivo, uno donde había invocaciones al diálogo y un claro interés en ser partícipe de una construcción colectiva (después veremos si tal cosa resulta), y otro llorón, amargo, odioso, de denuncia, destructivo, uno que apuesta de forma demencial al “rechazo” en el plebiscito de salida.
Cristián Monckeberg, de Renovación Nacional, se inscribió en el primer grupo.
La Marce Cubillos (UDI), era de esperar, perteneció al segundo lote. Es tan previsible La Marce. Su discurso fue una especie de resumen de todas las tonteras dichas por su sector desde el 4 de julio, día en que se inició la Convención, día en que comenzó la estrategia de sabotaje y demolición de los constituyentes de la derecha cavernaria.
Acusó a la presidenta Elisa Loncón de validar la violencia cuando esta última dijo que no era Mandela. Se quejó de que la mesa directiva hiciera calzar el trabajo de fondo con el 18 de octubre, cosa que también validó la violencia, ya que “ha hermanado el trabajo constitucional a la violencia”, por lo que “no sorprende entonces que la primera manifestación pública de este organismo haya sido demandar la liberación de los mal llamados presos políticos. ¿Desde cuándo los saqueadores de supermercado, los que lanzan molotov a Carabineros, los que no trepidan en arrasar lo que encuentran a su paso, son presos políticos?”.
Y luego lo de siempre: que los 2/3, que los famosos plebiscitos dirimentes, que el reglamento de ética…
Es tan agotadora la Marce, que ya. Lo dejamos hasta aquí.
Mañana siguen los discursos.